ANDAR COMO DIGNOS CONSTRUCTORES DEL REINO

ANDAR COMO DIGNOS CONSTRUCTORES DEL REINO
Un mensaje a la Iglesia Nacional Presbiteriana de México

Pbro. Gamaliel Hernández Hernández
Gamaliel es pastor de la INP “Dios con nosotros” en la Col. Casas Alemán, CdMx. Es Ministro de Educación del H. Presbiterio “Jesús el Buen Pastor” y comisionado del R. Sínodo “Lluvias de Gracia” al Consejo Editorial de la INPM. También es profesor de Teología Sistemática y Liturgia en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Es casado por 12 años y tiene 2 hijos.

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios 4:1)
El apóstol Pablo invitaba a la iglesia de Éfeso a andar como es digno de la vocación como fueron llamados. El verbo griego “andar” (peripeteo) significa recorrer, trasladarse de un lado a otro, transitar por la vida por un determinado modo. De las siete veces que Pablo usa este verbo en la epístola, en cinco de ellas (Ef. 2:10, 5:2, 5:8 y 5:15) pone en evidencia el contraste entre la vida antigua y la nueva vida en Cristo. El “andar” representa lo que ahora somos en Cristo y caminar en todo tiempo como hijos de Dios, esa es nuestra vocación. La Iglesia Nacional Presbiteriana tendrá que ubicar su vocación como el pueblo de Dios vivo y verdadero, fomentando en cada uno de los creyentes que militan dentro de sus filas, una idea adecuada de la vida cristiana y de la iglesia, no centrados en ella solo como institución sino como agentes constructores del reino de Dios en el dinamismo de la vida en medio de una sociedad que demanda el actuar de una iglesia, que viva en su caminar el propósito del evangelio, la búsqueda constante de los escogidos de Dios, y con ello el ejercicio permanente del testimonio de Cristo en la vida.
Pablo ciertamente escribía a una iglesia colocada en una de las principales ciudades del imperio romano a mediados del siglo primero, con una oferta religiosa abundante: la adoración a Diana, brujos, exorcistas, cultos mistéricos, escuelas filosóficas etc. Nada de ello hizo que Pablo en su estancia durante tres años en aquella ciudad cesara de predicar al Dios vivo y verdadero, expresado en Cristo Jesús. Cuanto la iglesia actual tendría que reflexionar y pensar que no es una opción religiosa más, al contrario que el camino de la gracia solo está en Jesús, de ahí la imperiosa necesidad de ir por los escogidos de Dios en nuestra actividad.
Había una famosa escuela filosófica, de los peripatéticos, los discípulos de Aristóteles que caminaban con su maestro en el jardín del templo de Apolo Licio para reflexionar. De manera análoga, el día de hoy la Iglesia en general tendrá que ser una iglesia que camina en la proyección de la vida, una Iglesia utilizando la metáfora de Juan A. Mackay: una “iglesia del camino”, que busque acompañar a la sociedad en sus problemáticas y anhelos, para proyectar el testimonio de Cristo a la humanidad, siendo una iglesia pertinente a las necesidades de la actualidad, y con voz profética que discierna, denuncie y busque cambiar los horizontes demonizados y rotos.
Al pensar en la vocación a la que el pasaje se refiere, implica que Dios ha invitado a su Iglesia, él mismo lo ha llamado; no hay fuerza en este mundo que separe al creyente de su sentido de ser hijo de Dios. Vocación es predestinación, el creyente de la iglesia reformada sabe quién es y su responsabilidad ante Dios y el mundo, pues si no lo sabe, simplemente no es creyente, no es militante del reino y en consecuencia vivirá en la inseguridad de su vocación. En presencia de la predestinación, el hombre es despojado de todas sus pretensiones y descubre que recibe todo del Señor, hasta el hecho mismo de ser miembro de la iglesia de Jesucristo.
Siendo conscientes entonces de nuestro lugar como hijos e hijas de Dios, la implicación de la existencia personal cobra sentido en vidas que se vierten para la honra y gloria de su Señor, en todo gesto de gratitud, pues caminamos como lo que somos: la Iglesia de Jesucristo, que en cada paso extiende el reino de Dios. La Iglesia Nacional Presbiteriana de México mirará adelante en prospectiva y consiente de su ser, pues vocación y acción serán axiomas ligados e indisolubles.
Llamados para actuar, para transformar para generar reino de Dios en cada paso de nuestro caminar, porque en el caminar de nuestra iglesia no hay proyectos pequeños, cada proyecto es la proyección del reino, es la posibilidad de contemplar una nueva realidad como pedazo de la nueva creación. Como siempre surgen, en medio de la duda ¿Cómo saber si es elegido? Leopold Shummer nos responde:
¿Cómo saber si soy elegido? Usando el criterio bíblico de Rom. 8.15 y Gal. 4.6. Si dirigiéndome a Dios, yo le llamo Padre, considerándole como Padre favorable en Jesucristo, ciertamente soy elegido. Auguste Lecerf, el dogmático del neo-calvinismo, decía de este dogma: Para el que no quiere creer en el Evangelio de Cristo, la predestinación es un laberinto sin salida, y una piedra de escándalo. Para el que va al Padre mediante Cristo, la predestinación le permite sostener su fragilidad sobre la Roca de los siglos. (Études calvinistes. Neuchâtel. Paris 1949. p. 31). Esta dimensión positiva, es la que ha dado a las sociedades animadas por Iglesias que confesaban la doctrina reformada de la predestinación, una actividad inventiva, creadora, inteligente y comercial notable. El fiel elegido, que vive pacíficamente en la Providencia de Dios, no teme nada ni nadie, sabiendo que nada impedirá al Señor Todopoderoso llevar la historia a su término, la restauración definitiva y conducirla al Reino eterno de su Hijo.(La predestinación de Leopold Shummer, “La foi, l’action, le social. Actualité du message politique et social de Jean Calvin”)
Inmersos pues en la providencia del Dios Todopoderoso, nuestra vocación avanza con seguridad, no seamos negligentes y acallemos aquellas voces que con su pesimismo pareciera que la vocación no es algo marcado en sus vidas. Hagamos de la doctrina vida y de nuestra vida esperanza de nueva creación, unidos como iglesia en la vocación y en la acción para que las palabras del Apóstol Pablo sean una realidad en una iglesia que no solo piensa como denominación, sino como agente constructor del reino de Dios, que impacte a un mundo confundido y herido por el pecado. Mostremos como iglesia la realidad de la gracia divina transformadora para el sumo bien.