Sermón para domingo de palmas

Un Rey que está por encima de todo 

Lectura Bíblica: Juan 12:12-19

 

Entre 2011 y 2013 varios países árabes vieron la caída de sus regímenes políticos. En Yemen, Egipto, Túnez y Libia fueron derrocados gobiernos de varias décadas, algunos de ellos como Libia, con un dictador desde 1969. También hubo disturbios en Jordania, Siria, Irán (al día de hoy algunos de estos países siguen luchando con la inestabilidad social). Todo esto gracias a fuertes movimientos populares, que se mantuvieron a pesar de las fuertes represiones. Este movimiento se le llamó la “primavera árabe”.

Hay diversas opiniones sobre las motivaciones y efectos reales. Lo que resulta indudable es que cuando hay mucha gente que se une para lograr un fin, atemoriza a cualquier régimen, y puede llegar a derrocar a los más poderosos. El lema: “el pueblo, unido, jamás será vencido” se hace realidad.

Sin embargo, no debemos idealizar demasiado a los movimientos populares, que también pueden ser manipulados negativamente. Pero ahora destacaré la fuerza que tiene un clamor popular en torno a un hombre que cambio la historia, porque estos días conmemoramos la historia de Jesús de Nazaret, y hoy lo conmemoramos como un Rey aclamado, que está por encima de cualquier Rey. Vamos a recordar qué implicaciones tiene esta aclamación para nuestra vida:

1. ¿Quiénes aclaman a Jesús como Rey?

Juan 12:12 dice que eran grandes multitudes, pero es Juan el que nos hace una precisión importante: La gente que aclama a Jesús no es de Jerusalén, sino que “habían venido a Jerusalén a la fiesta”. Esta precisión de Juan intenta resolver una tensión conocida en estos relatos: ¿Cómo es que al inicio de semana sea la multitud la que le aclama y al final de la semana es la multitud también la que lo manda crucificar? En el relato según el evangelio de Juan se explica con esta precisión: La gente que le aclama no es la de Jerusalén, sino los “provincianos”. En Jerusalén se ubica al liderazgo judío, más cercano al poder romano, en una relación tensa con ellos, pero que intentaba sacar el mejor partido. La gente de Jerusalén, aunque es favorable a Jesús, se describe como temerosa a los líderes religiosos. Esta gente ha preferido adaptarse al status quo y no meterse en problemas. Pero aun con estas restricciones, había para quienes las palabras de Isaías hacían palpitar sus corazones:

“Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; allanad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos. He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra. Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová; y a ti te llamarán Ciudad Deseada, no desamparada.” (Isaías 62:10- 12)

Pero la gente valerosa, entusiasmada, es aquella que ha conocido los hechos milagrosos de Jesús, es la gente sencilla, la gente menospreciada por los poderosos del imperio romano y de los líderes religiosos judíos. Para aclamar a Jesús como Rey entonces se cumplen estas condiciones: Ser humilde, ser testigo del poder de Dios y ser valiente para asumir el riesgo. Hoy el Señor Jesús también es reconocido como rey solamente por quienes cumplen estas condiciones:

(1) Quienes son humildes: aunque esto implique ser rechazados por los demás, tal vez menospreciados por los que ostentan algún poder.

(2) Quienes han sido testigos del poder transformador de Dios: no los que se jactan de ser lo que son por méritos propios.

(3) Quienes son valientes para asumir el riesgo de seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias: no los que se amoldan a las circunstancias, no quienes ceden a las presiones de otros.

Estos aclamadores que se unen hacen temblar a los que ostentan el monopolio de la fe judía: “Pero los fariseos dijeron entre sí: — Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.” (Juan 12:19)

2. ¿Por qué aclaman a Jesús como Rey?

Ya hemos dicho que una de las condiciones de la multitud que aclama es que han sido testigos de los milagros de Dios hechos por Jesucristo. En este mismo texto queda especificada esta razón para aclamar a Jesús:

“Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal.” (Juan 12:17-18)

Muchos de ellos habían sido testigos de la resurrección de Lázaro, tal vez también muchos de ellos habían visto otros milagros, como cuando alimentó a los cinco mil. Esto se relata en Juan cap 6, donde además también se menciona la intención de la gente de tomar a Jesús para ponerlo como Rey: “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.” (Juan 6:15)

Es verdad que muchos pueden seguir a alguien por los milagros que hace, pero esto no es suficiente para tener que reconocerle como Rey. La aclamación de Jesús como Rey expresa la esperanza de la gente:

“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Juan 12:13)

“¡Hosanna!” Es una expresión hebrea, que significa originalmente: “Sálvanos te rogamos”. Las palabras de la multitud son tomadas de este salmo:

“Jehová, sálvanos ahora (hosanna), te ruego; te ruego, Jehová, que nos hagas prosperar ahora. ¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová! Desde la casa de Jehová os bendecimos.” (118:25-26)

Este clamor se convirtió en una aclamación de victoria, reconociéndole a Dios su favor al vencer en una guerra, al obtener su favor en las cosechas, al ver como Dios mostraba su fidelidad. Ahora se aclama así a Jesús, expresándole su reconocimiento de ser un enviado de Dios, pero además de ser un rey, un rey anhelado y esperado porque da la esperanza de una vida diferente. Si bien la gente quería más bien ver un rey que se ocupara principalmente de sus asuntos inmediatos como darles de comer, sus anhelos son de ver un rey que obre conforme al corazón de Dios, que gobierne con justicia, que traiga paz, libertad y bienestar para todos. Este anhelo profundo surge con gozo y alegría cuando conocen a Jesús, porque ven en él la presencia misma de Dios que obra milagros, que enfrenta a los que oprimen a su pueblo escogido y que tiene palabras de vida eterna.

3. ¿Por qué debería usted aclamarle?

Si usted fuera testigo de su poder, le aclamaría. Pero esta aclamación no duraría mucho, a menos que también pudiera entender lo que significan sus propias palabras: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Muchos quisiéramos tener un Dios que sea conveniente a nuestros intereses y gustos personales.

Debe saber usted que el Dios verdadero, el único Dios que en verdad existe no es así. El tiene un proyecto para la humanidad que se cumple plenamente a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, de lo cual seremos testigos en estos días.

Usted lo aclamaría de verdad si supiera que su proyecto es que usted tenga vida en abundancia y vida eterna. Usted lo aclamaría si se da cuenta que su vida deja de tener cualquier sentido sin él, porque después de vivir rodeado de violencia e injusticia ¿qué sentido tiene vivir? Si esta vida es solamente trabajo, carga, fugaces escapes de la realidad, relaciones deterioradas, ¿qué sentido tiene vivir? Si al morir nos encontramos con un abismo de incertidumbre, ¿Qué sentido tiene vivir? Usted y yo lo aclamaríamos si podemos ver en Jesucristo un propósito para vivir, y que la vida es alegría cuando se tiene a Jesús como rey, y no es sólo alegría para nosotros mismos: Es alegría para nuestra familia, para el desconocido que sufre, incluso para el enemigo…

Vivir teniendo a Jesús como Rey es vivir sometido a él en obediencia. De los discípulos dice que “no habían comprendido lo que pasaba en su totalidad” (paráfrasis de Juan 12:16). Si lo hubieran comprendido desde el inicio, se habían sometido en obediencia a su Señor. Pero como los discípulos, nosotros también somos tardos para someternos a él, nos dejamos llevar fácilmente por fugaces momentos de emoción “espiritual”, pero no acabamos de rendir nuestras vidas ante él como Rey. Ahora que podemos aclamarle como Rey, tenemos que rendir nuestras vidas a él.

Vivir teniendo a Jesús como Rey es vivir diferente de los demás. Si no podemos cambiar hábitos, si no podemos cambiar estilos de vida, no podemos decir de verdad que él es nuestro rey. Porque si él lo es, entonces deja de estar bajo nuestras fuerzas y capacidades el cambiar nuestra vida, sino que ¡es él mismo quien se ocupa de cambiarla! Usted puede cambiar su manera de vivir y ver su vida en conformidad a su propósito, si lo pone como el Rey de su existencia.

Por último, Vivir teniendo a Jesús como Rey es vivir con verdadera esperanza, no poniendo la esperanza en líderes que pueden equivocarse y no cumplir lo que prometen; vivir con verdadera esperanza es no poner la vista en las cosas “que se ven” sino en las “que no se ven” que son eternas y divinas (ver 2 Corintios 4:18); es vivir con la esperanza que todo lo que ocurre, todo lo que hagamos y todo lo que pase con nosotros en esta vida y después de esta vida, no se escapa de su control y de su plan eterno. Si podemos ver nuestra vida así, podemos tener seguridad y paz. Esto es tener esperanza.

Ahora que podemos vislumbrar mejor lo que implica tener a Jesús como Rey, vengamos a su encuentro para aclamarle y reconozcámosle como verdadero Rey.

 

domingo de ramos

Pbro. Iván Efraín Adame Adame